jueves, 1 de diciembre de 2016

Chapecoense: el encanto que Caio Júnior dejó en los Emiratos

Una atmósfera triste y de lágrimas contenidas se vivió durante el encuentro entre los equipos de Al Jazira y Dibba, en el campeonato nacional de fútbol de los Emiratos Árabes Unidos, el pasado martes 29 de noviembre.

No era para menos. La tragedia del equipo campeón brasileño Chapecoense también estremeció a aficionados y dirigentes de este país en Oriente Medio, ya que el director técnico Caio Júnior– fallecido en el accidente aéreo en Colombia– dirigió a dos equipos, en estas cálidas tierras del Golfo Arábigo: se trata del Al Jazira, el principal club de Abu Dhabi y el Al Shabab, equipo que tiene su sede en Dubái.

Antes del inicio del partido, se guardó un sentido minuto de silencio y los recuerdos sobre el inolvidable técnico Caio Júnior se dejaron oír.

Obaid Hubaitha, antiguo director técnico del Al Shabab, tuvo una relación cercana de dos años con el técnico campeón brasileño, y lo recuerda –en sus propias palabras– como…  un hombre encantador y un verdadero caballero, todo el mundo en el equipo le tenía mucho cariño; él siempre ponía a sus jugadores y al equipo primero, lo extrañaremos siempre”.

El reportero Alaric Gomes, del periódico Noticias del Golfo (Gulf News), evoca momentos de su actividad relacionados con Caio Júnior, cuando este último dirigía Al Shabab: “ ...en las dos pasadas temporadas, cubrir partidos donde jugara el Al Shabab era todo un placer debido a la presencia de un tal Luiz Carlos Saroli, conocido como Caio Júnior ”.

Al enterarse de la noticia y saber que hubo unos pocos sobrevivientes, un conmocionado Adel Al Hammad, jefe de prensa del club Al Shabab, abrigaba la esperanza de que Caio Júnior se encontrara en ese grupo.

La mayoría de jugadores, quienes veían al gran timonel como una figura paterna, comenzaron desesperadamente a llamar al teléfono privado de su antiguo entrenador y caro amigo, con la esperanza de que este respondiera, pero nada sucedió.

Previo al partido, una gigantesca foto del admirado entrenador fue puesta en la pantalla del estadio Mohammed bin Zayed, con una nota en árabe, que reza: Nuestras condolencias para la familia del técnico Caio Júnior y de las victimas del trágico percance”.
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Hasta siempre, Caio Júnior: gran amigo y gran señor
Caio Júnior le dio al equipo Al Jazira una de las mayores satisfacciones posibles que un conjunto deportivo en estas latitudes pueda tener, al llevarlos a ganar el campeonato de la Copa Presidente en el año 2012.

Su recuerdo y exitoso paso por las tierras de las legendarias gacelas, quedarán imborrables en la memoria futbolera del emblemático equipo de Abu Dhabi. También, en la capital emiratí, Caio Júnior vivirá para siempre en los corazones de todos los aficionados.

De ahora en adelante, cada vez que pase por los estadios de los clubes Al Jazira y Al Shabab, los miraré con ojos de admiración (y tristeza) al saber que un latinoamericano, que un brasileño llamado Luiz Carlos Saroli, Caio Júnior, dejó en esos recintos el encanto de un profesional a carta cabal y de un admirable y querido ser humano, en tierras lejanas de su amado Brasil.

Al final, lo más importante es la huella que se deja, como la de Caio Júnior: ejemplarizante e imperecedera. Paz en su tumba.


Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi, EAU, noviembre de 2016
Fuentes y foto: Periódicos El Nacional y Noticias del Golfo
Disponible en Wattpad

lunes, 14 de noviembre de 2016

Donde los vientos tienen su ocaso

La leyenda de la Corriente de Muscat tiene muchas versiones, pero una en particular –narrada por un cuentero omaní Abdul Malik– goza de gran popularidad, por cuanto el fabulador asegura que tuvo un encuentro cercano con el mítico fenómeno.

"... La tibia corriente de Muscat dejó de circular hace mucho tiempo –inicia  el cuentero su relato con un tono melancólico– y cuando existió, su rigurosa trayectoria se iniciaba, precisamente aquí,  en Muscat, capital del sultanato de Omán.

En dirección al este, recorría el legendario viento un corto tramo del territorio omaní y hacía un giro obligado en la duna Almughadara, para luego enfilarse, en forma vigorosa, hacia el oeste, cruzando los Emiratos Árabes, Qatar y, finalmente, Bahréin, donde viraba para regresar a su punto de partida.
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La corriente y su recorrido
Eran los tiempos en que el insigne viento era verdaderamente libre y feliz, y corría sin obstáculos por todo un inmenso desierto, despejado de cualquier tipo de construcción. Un tiempo después –con la modernización– de la noche a la mañana comenzaron a aparecer inmensos edificios y lujosas casas en las ciudades, que ahora se le atravesaban a la cálida corriente en su otrora plácido andar y transitar.

En el nuevo entorno de vidrio, humo y cemento, la corriente seguía su difícil curso metiéndose en los recovecos de las casas y edificios,  perturbando las superficies de cuanto líquido se le atravesara: se decía que alteraba la fórmula y composición de los perfumes de oud*  y los desmejoraba, y  de las  humeantes sopas, por el contrario, se aseguraba que les enriquecía su sazón; lo anterior llevó a que las perfumerías, como negocio, quebraran y los cocineros ganaran elogios con esfuerzos ajenos.

Especialmente en la mañana, la traviesa corriente  alborotaba el olor a cardamomo en el café caliente, que la gente bebía, cubriendo las ciudades con el envolvente y dulce aroma de la inconfundible especia. Las ráfagas del nuevo aire, de cítrico y menta, aplacó la tos y el mal aliento de mucho de los pobladores, a quienes se les veía, con sus bocas abiertas y sus ojos cerrados, inhalar a placer, una y otra vez, el medicinal soplo de alivio y sosiego.

Nunca nadie pudo explicar con certeza, la particular inclinación de la corriente por los líquidos con aromas penetrantes.

Las ciudades seguían creciendo en forma desenfrenada y el transitar de la corriente de Muscat era más arduo y dispendioso, para un fenómeno natural que comenzaba ya a cansarse del nuevo trajinar.

El duro sendero de cemento y metal parecía ganarle la partida y un día, en su paso por Bahréin, las fuerzas del célebre viento comenzaron a desfallecer, y, arrastrándose como pudo, llegó a Muscat convertido  en una brisa senil, que no alcanzaba a deshojar a la más vulnerable de las flores; yo vi a la corriente, en forma súbita, transformarse en un gigantesco y envejecido halcón dorado, de la estirpe Shaeen.

Transformación: el viento ave


La inmensa ave, extenuada y de un vuelo perezoso, se desplomó con un ensordecedor estruendo sobre el árido suelo desértico y, en algún momento, se percató de mi presencia y me lanzó su mirada cansada, pero al mismo tiempo tranquila y resignada; segundos después, la hermosa ave fue succionada por las hirvientes arenas movedizas que, con el sol en su zenit, borbotean en las faldas de las cobrizas dunas.

Fue su último recorrido y allí quedó sepultada, para siempre, justo cinco metros antes de dar el obligado giro en la duna Almughadara, su siempre punto de partida.

La corriente era en realidad un inmenso halcón oculto, por siglos, en un enigmático fenómeno natural que, en esta forma triste y melancólica,  desapareció del mapa de los vientos legendarios que milenariamente han corrido por el norte del Golfo Arábigo y el sur de Persia. Tristemente, fui un testigo de excepción del último suspiro de la corriente de Muscat.

Historias posteriores narran que a ese mismo punto –donde hoy yace la corriente de Muscat–llegaron, muchos tiempo después, para extinguirse, otros legendarios vientos de marcada tradición y ascendencia.

Al muy respetado punto hoy se le conoce como el lugar donde los vientos tienen su ocaso, y tristemente fenecen. Es un cementerio sin dolientes ni visitantes... "



Epílogo

Tiempo después, las perfumerías de oud reabrieron sus puertas, y la sazón de las sopas regresó a su estado acostumbrado. Nosotros, los forasteros, al conocer esta leyenda, nos preguntamos si la corriente de Muscat se extinguió de verdad o simplemente se fue de paseo por otras latitudes y algún día regresará, cuando decida volver sobre sus primeros pasos.


Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi, noviembre de 2016

 *  Oud: popular fragancia en Oriente Medio.

domingo, 23 de octubre de 2016

El cuentero de Varsovia

Hay muros salvables, pero atravesados. Era esta la impresión que tenía un expatriado polaco llamado Karol Basik, residente en los Emiratos Árabes Unidos, en los años ochenta. Se preguntaba el señor Basik por qué las entradas a las habitaciones en las casas árabes, en la parte inferior, tenían un milimétrico muro, con el cual se tropezaba a todo momento. Ávido de una  respuesta, se dio el  varsoviano a la tarea de indagar el origen de la tenue elevación.

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La primera explicación se la dio un meditador de larga barba blanca, que frecuentaba el  parque  Al Zahiyah, en Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes.

T fabulador 

«Todo comenzó en el antiguo Omán –inició su relato el apacible hombre con una voz profunda– más exactamente en la región de Salalah, al extremo sur, cerca a la frontera con Yemen».

«Mucho años atrás, para la época de invierno, la comarca estaba siendo azotada por una banda de ladrones que siempre se las arreglaba para robar, haciendo su entrada por los techos de las casas. Su longeva vida criminal se le atribuía al contundente y somnífero efecto de unas esencias persas que usaban, para, en las noches, poner fuera de combate a lugareños y visitantes por igual».

«Nada parecía detenerlos, hasta que un aldeano sugirió que en todas las entradas de las habitaciones de las casas se construyera un milimétrico muro».

«Afirmaba el aldeano: "La codicia de los ladrones por nuestras porcelanas será su perdición. Más temprano que tarde, en alguna noche, uno de los ladrones tropezará el diminuto muro, y el estruendo que haga será tan grande, que nos despertará a todos. Será ese el momento en el cual los atrapemos" » .

«La estrategia tenía toda la lógica del mundo, ya que los ladrones apetecían las vajillas de porcelana y la cubertería de plata, que los habitantes de esta comarca se daban el lujo de ostentar. Cualquier ladrón, al tropezar y caer, cargando este sonoro botín, despertaría a buena parte de la población».

«La ingeniosa idea dio de inmediato los resultados esperados. Las noches y madrugadas de Salalah se llenaron de estruendos y alborotos, por los cientos de platos, cuchillos, y cucharas que se oían caer, inclusive estando uno a kilómetros de distancia. Los ladrones eran hábiles en las alturas, pero torpes al andar, y el estallido de vajillas junto al  estrépito de metales  dejaron sin efecto a las cacareadas esencias persas».

«Todos los incidentes de robo eran muy sonados. Cada noche atrapaban a un buen número de ladrones. Caían como ratones en trampa, e inmediatamente los aislaban en cárceles desierto adentro, con el fin de que no contaran a sus compinches, la historia del enorme tropezón con el diminuto muro».

«Las noches eran ricas en capturas y aislamientos. Uno a uno, los pobladores aprehendieron a todos los ladrones, hasta llegar a 50. Gracias a la ingeniosa idea del diminuto muro, el pueblo  entero no supo más de ladrones, y volvió a ser el lugar feliz y apacible que siempre fue. Fueron estos los primeros y últimos ladrones de Salalah. Hoy las entradas a las habitaciones conservan los muros como un símbolo de ingenio y supervivencia: son unos umbrales realmente sobresalientes».

El señor Basik no atinaba a pronunciar palabra alguna:
Nunca espere una historia como esta–, dijo sorprendido. Es en realidad fascinante y seductora, gracias.
Tenga en cuenta también –le recordó el viejo cuentero– la rica tradición oral de la cultura árabe. Esto quiere decir que va a encontrar más versiones de la historia, con desenlaces tan diferente como fascinantes.

No me diga–, exclamó Karol Basik, con ojos que destellaban curiosidad.
Para finalizar, el inquisitivo Karol quiso saber más acerca de su sabio interlocutor.
–Y ¿cómo se llama usted ?–, le preguntó.

Soy el primer fabulador–, respondió el hombre, con su misma voz profunda, luego se puso de pie y desapareció como una exhalación, en la espesura de un arbolado sendero.

Sediento por saber más, el europeo se pasó un buen tiempo buscando otras versiones de la historia, por toda Abu Dhabi. En cada parque que visitaba, encontraba a un cuentero que le narraba una nueva versión, tal como lo había dicho el sabio de la barba blanca. En algunos casos la historia era aún más fascinante.

Curiosamente, a medida que oía historias, de parque en parque, el narrador de turno, era más joven. La rica tradición oral árabe ha tenido un buen relevo  generacional”, pensó, con satisfacción.

Con su curiosidad ahora satisfecha, Karol Basik dejó de oír historias, volvió a Varsovia, y después de un corto tiempo regresó a Abu Dhabi. Fue a los parques, queriendo reencontrarse con sus amigos cuenteros –comenzando con el primer fabulador–, que tanto lo habían  fascinado con  sus ricas narraciones.

Tristemente, no encontró a ninguno de ellos y nadie daba razón alguna de su paradero o existencia. Días después, desistió de su búsqueda.

Acerca de la rica tradición oral árabe, se enteró también que, en realidad, nunca hubo un relevo generacional, y era imposible encontrar hoy en día jóvenes que contaran historias de sus antepasados.

Si lo anterior era cierto, ¿quiénes fueron entonces los jóvenes cuenteros que le narraron con gran propiedad y sapiencia, las tantas versiones de la historia del diminuto muro?

Fue entonces cuando el viejo Basik se puso a cavilar:
«Creo que esto fue lo que sucedió: todos los cuenteros fueron apariciones. Desde el primero al último, el cuentero –viejo o joven– fue siempre el mismo. Se movió cronológicamente en forma inversa –del viejo, el primer fabulador, al joven– de parque en parque, hasta llegar a una versión adolescente. Esta última obedecía al afán de rectificar el nunca llevado a cabo relevo generacional de la tradición oral árabe».
«Mi curiosidad era tal, que mi imaginación, o no se qué, creó a unos asombrosos fabuladores, quienes fueron generosos en saciar mi sed de búsqueda. No dejaron por fuera a ninguna de las generaciones. Todo fue una fantasía, que me convirtió en un nuevo relator con, ahora, una inédita historia que narrar. Me metieron en su cuento. Soy desde hoy el cuentero de Varsovia».

Para Karol Basik, ahora los sutiles relieves que cubren los umbrales de las puertas árabes, tienen un sólido sentido y los mira con respecto y admiración. Cada uno de tales relieves, encierra todo un mundo de historias fascinantes llenas de imaginación y cultura.

Después de esta experiencia, el varsoviano no volvió a tener ningún tropezón.

 

Gracias
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Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi, octubre de 2016
Fotos: archivo personal

El cuentero de Varsovia

Hay muros salvables, pero atravesados. Era esta la impresión que tenía un expatriado polaco, llamado Karol Basik, residente en los Emiratos Árabes Unidos, por allá en los años ochenta.

Se preguntaba el señor Basik por qué las entradas a casi todas las habitaciones en las casas árabes, en la parte inferior, tenían un milimétrico muro (para él innecesario), con el cual –de paso– se tropezaba a todo momento. Intrigado y ávido de una convincente respuesta,  se dio el inquieto varsoviano a la tarea de indagar el origen de la tenue elevación.

Un umbral sobresaliente


La primera explicación se la dio un meditador de larga barba blanca, que frecuentaba el gran parque de Al Zahiyah, en la urbana Abu Dhabi.

T fabulador

Todo comenzó en el antiguo Omán –inició su relato el apacible hombre con una voz suave y profunda– más exactamente en la región de Salalah, al extremo sur, cerca a la frontera con Yemen.

Mucho años atrás, para la época de invierno, la comarca entera estaba siendo azotada por una banda de  ladrones que siempre se las arreglaba para robar, haciendo su entrada por los techos de las casas, y su longeva vida criminal se le atribuía al contundente y somnífero efecto de unas esencias persas que usaban, para, en las noches, poner fuera de combate a lugareños y visitantes por igual.

Nada parecía detenerlos, hasta que un aldeano sugirió que en todas las entradas de las habitaciones de las casas se construyera un milimétrico muro.

La codicia de los ladrones por nuestras porcelanas será su perdición, y más temprano que tarde   –afirmaba el aldeano– en alguna noche, uno de los ladrones tropezará el diminuto muro y el estruendo que haga será tan grande, que nos despertará a todos, y será ese el momento en el cual los atrapemos.

La estrategia tenía toda la lógica del mundo, ya que los ladrones que atormentaban el pueblo de Salalah,  apetecían, muy especialmente, las finísimas vajillas de porcelana y la costosa cubertería de plata, que los habitantes del próspero lugar se daban el lujo de ostentar. Cualquier ladrón, al tropezar y caer, cargando este sonoro botín, despertaría a buena parte de la población.

La ingeniosa idea  dio de inmediato los resultados esperados y las noches y madrugadas de Salalah se llenaron de estruendos y alborotos, por los cientos de platos, pocillos,  cuchillos, y cucharas que se oían caer, inclusive estando uno a kilómetros de distancia.

Los ladrones eran hábiles en las alturas, pero torpes al andar, y el estallido de vajillas junto al  estrépito de metales  dejaron  sin efecto a las cacareadas esencias persas.

Todos los incidentes de robo eran muy sonados. Cada noche atrapaban a un buen número de ladrones, que caían como ratones en trampa, y a quienes inmediatamente aislaban en cárceles secretas desierto adentro, con el fin de que no contaran a sus compinches, la historia del enorme tropezón con el diminuto muro.

Las noches eran ricas en capturas y aislamientos. Uno a uno aprehendieron a todos los ladrones, hasta llegar a 50. Gracias a la ingeniosa idea del diminuto muro, la comarca entera no supo más de ladrones y volvió a ser el lugar feliz y apacible que siempre fue.

Fueron estos los primeros y últimos ladrones de Salalah.  Hoy las entradas a las habitaciones conservan los muros como un símbolo de ingenio y supervivencia: son unos umbrales realmente sobresalientes.

El señor Basik no atinaba a pronunciar palabra alguna: “Nunca espere una historia como esta, es en realidad fascinante y seductora, gracias”.

– Tenga en cuenta también –le recordó el viejo cuentero– la rica tradición oral de la cultura árabe, lo que quiere decir que va a encontrar más versiones del diminuto muro, con desenlaces tan diferente como fascinantes.

– No me diga – exclamó Karol Basik, con ojos que destellaban intriga y curiosidad . Para finalizar, el inquisitivo Karol quiso saber el nombre de su sabio interlocutor.

– y ¿cómo se llama usted?

–Soy el primer fabulador– respondió el hombre, con su misma voz profunda y ceremoniosa, luego se puso de pie y desapareció como una exhalación, en la espesura de un arbolado sendero.

Sediento por saber más, el europeo se pasó un tiempo de su vida, buscando más versiones de la historia del milimétrico muro, por toda Abu Dhabi. En cada parque que visitaba, encontraba a un cuentero que le narraba una nueva versión, que –en efecto, y como lo había dicho el sabio de barba blanca – era diferente y en algunos casos aún más fascinante que la anterior.

Curiosamente, a medida que oía historias, de parque en parque, el narrador de turno, era más joven. La rica tradición oral árabe ha tenido un buen relevo  generacional”, pensó, con satisfacción.

Con su curiosidad ahora suficientemente satisfecha, Karol Basik dejó de oír historias, volvió a Varsovia, y después de un corto tiempo regresó a Abu Dhabi, a los parques, queriendose re-encontrar con sus amigos cuenteros (comenzando con el primer fabulador) que tanto lo habían ayudado y fascinado con todas sus ricas narraciones.

Tristemente, no encontró a ninguno de ellos y nadie daba razón alguna de su paradero o existencia. Días después, desistió de su búsqueda.

Acerca de la rica tradición oral árabe, se enteró también que, en realidad, nunca hubo un relevo generacional y era imposible encontrar hoy en día jóvenes que pudieran contar antiguas historias de sus antepasados.

Si lo anterior era cierto, ¿quiénes fueron entonces los jóvenes cuenteros que le narraron con gran propiedad y sapiencia, las tantas versiones  de la historia del diminuto muro? Fue entonces cuando el viejo Basik se puso a cavilar:

Creo que esto fue lo que sucedió: todos los cuenteros fueron apariciones. Desde el comienzo al final, el cuentero –viejo o joven– fue siempre el mismo. Se movió cronológicamente (en forma inversa, del viejo –el primer fabulador– al joven) de parque en parque, hasta llegar a una versión adolescente, y esta última obedecía al afán de rectificar el nunca llevado a cabo relevo generacional, de la tradición oral árabe.

Mi curiosidad era tal, que mi imaginación, o no se qué, creó a unos asombrosos fabuladores, quienes fueron increíblemente generosos en saciar mi sed de búsqueda, sin dejar por fuera a ninguna de las generaciones. Todo fue una fantasía, que me convirtió en un nuevo relator, con, ahora, una inédita  e insospechada  historia que narrar. Me metieron en el cuento. Soy desde hoy el cuentero de Varsovia.

Epílogo
La satisfacción de una curiosidad por parte de un expatriado, creó una nueva historia que equiparaba, en fascinación y asombro, a todas las contadas por los fugaces relatores.

Para Karol Basik, ahora los sutiles relieves que cubren los umbrales de las puertas árabes, tienen un sólido sentido y los mira con respecto y admiración. Cada uno de tales relieves, encierra todo un mundo de historias fascinantes llenas de imaginación y cultura.

Después de esta experiencia, el varsoviano no volvió a tener un tropezón.


Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi, octubre de 2016

sábado, 8 de octubre de 2016

Nobel de Santos en la prensa de Arabia y la India

Periódicos de la región del Golfo Arábigo y del sur de Asia dieron gran despliegue del Premio Nobel de la Paz, otorgado al presidente colombiano Juan Manuel Santos. Dicho acontecimiento, en esta parte del mundo, se sigue y observa con esmerado interés ante la gran necesidad de paz, un anhelado bien en algunos países escaso, en otros totalmente ausente.

Visión árabe
Al Khaleej

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Al Etihad

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Al Hayat

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Registro indio

El Chandrika

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El Manorama

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El Gulf Madhyamam

T Mayhadm

El Daily Thanthi

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Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi octubre, 2016

viernes, 30 de septiembre de 2016

Gandhi: ¿SI o NO?

De uno de los criminales más buscados en Mumbai, India, no se podía esperar menos: su record criminal lo inició muy joven, cuando una húmeda noche de invierno en un pelea –y  sin contemplación alguna– acuchilló a una persona. 

Pero ahí no se detuvo y llegó este espeluznante personaje a acumular 19 cargos que incluían toda una extensa gama de crímenes, entre los que se encontraban, principalmente, el intento de asesinato, el asalto y la extorsión.

El criminal de nuestra historia se llama Laxman Gole y algo extraordinario en su vida ocurrió mientras cumplía su pena carcelaria: desarrolló, el duro criminal, un inusitado interés por la vida y obra del gran líder indio Mahatma Gandhi, y al terminar de leer su autobiografía,  el aparente incorregible infractor, se transformó y enderezó el tortuoso y errado sendero de su vida; confesó todos sus crímenes y escribió una carta de sincero perdón a todos aquellos  a quienes él había lastimado y abusado.

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Laxman Gole: del crimen a la civilidad
Experiencias como las de Laxman Gole levantaron los cimientos para la creación de una muy original evaluación, a la cual llamaron: Él Examen de la Paz de Gandhi.

La prueba la tomaron 450 presos en algunas cárceles de la India en el aniversario del nacimiento del gran pacifista indio, el 2 de Octubre. La más reciente versión, la décima, se llevó a cabo hace, exactamente un año.  El examen da una nota máxima de 80 puntos y las preguntas son del tipo de escogencia múltiple, falso o verdadero o de apareamiento.

Los presos reciben todo el apoyo de las autoridades carcelarias con el suministro, sin costo alguno, de materiales de estudio como libros y artículos relacionados con la vida del gran pensador. Los internos que pasan la prueba reciben un certificado y adicionalmente, como premio, un khaddar, un emblemático atuendo usado cotidianamente por los pobladores del sur de Asia.
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Khaddar: atuendo junto al conocimiento
El Centro del Libro sobre Gandhi: Sarvodaya Mandal, es el organizador del singular  ejercicio, y resume la razón de ser del mismo en las siguientes palabras:

"…El objetivo del examen es evocar en los presos un sentido de arrepentimiento para inculcar las cualidades del ‘satya’, la verdad, y el ‘ahimsa’, la no violencia".

Hoy en día, Laxman Gole es un convencido del poder apaciguador y reformador de las enseñanzas del gran Gandhi, y pasa la mayor parte de su tiempo transmitiendo a presos y condenados,  las bondades de esta enriquecedora filosofía. El, como prueba viviente de una experiencia de transformación, ejerce una poderosa influencia sobre ex compañeros de fatalidades y desvaríos.

En Colombia: examen de una pregunta
Perdon Gandhi

A diferencia del examen de la paz de Gandhi, de ochenta preguntas, el de Colombia, este dos de octubre, tiene solo una. Para aquellos colombianos que como Gandhi creen fervientemente que: “El perdón no cambia el pasado pero cambia el futuro”, podrán hacerse acreedor al certificado indio, dando solo una respuesta acorde con el sabio pensamiento, que es una reflexión que mira a un futuro de esperanza y expectativa, y no a un pasado obstinado e irreversible.

Este domingo dos de octubre, los colombianos hacen un crucial examen final, con la ilusión de obtener la mejor de las notas.


Marcelino Torrecilla N
Abu Dhabi, septiembre de 2016
Fuente
http://gulfnews.com/news/asia/india/on-gandhi-birthday-prisoners-face-exam-on-his-thoughts-1.1593465

miércoles, 14 de septiembre de 2016

La mujer de la casa de palma

Fátima se empecinó esa mañana en hacer realidad un sueño recurrente que la venía acosando desde hacía tiempo atrás: construir su propio Arish o casa de palma, en el desierto y habitarlo con su prole. La quijotesca idea, sin embargo, tuvo una muy tibia acogida en su familia.

Solo si tiene Wi-Fi , mamá – fue la respuesta clara y al unísono, por parte de sus hijos.

Arish 1

Fátima, beduina hasta su ultima célula, había nacido y pasado su infancia en una casa de palma, alrededor de la cual creció y tuvo sus primeras y gratas experiencias de vida, que hoy añoraba revivir; el deseo de volver al pasado no era para nada infundado.

En una ocasión, la soñadora beduina tuvo la oportunidad de conocer a Sandra Piesik, arquitecta de profesión nacida en Polonia, y una apasionada de las primeras construcciones del desierto.

El encuentro había propiciado la unión de dos tenaces mujeres con un interés en común: resaltar y documentar la importancia del Arish como pilar fundamental en el desarrollo humano y social de los Emiratos Árabes Unidos. En el fondo, estaba también el deseo de no olvidar y aprovechar, hoy, las bondades arquitectónicas ofrecidas por las casas construidas con hoja de palma.

Cuando las dos mujeres se conocieron –como habría de esperarse– la conversación giró alrededor del Arish y de los primeros asentamientos de los antiguos beduinos en los Emiratos Árabes Unidos. En algún intermedio de la agradable charla, la arquitecta polaca  oía los detalles de una emocionante revelación:

y si le contara– proseguía Fátima con ojos que destellaban orgullo y pasión – que yo ya construí mi propio Arish, que levanté  en una finca en el desierto.

¿y cuando lo puedo ver?– fue la sonora, y automática, pregunta de la señora Piesik, quien no podía ocultar su impaciente interés en ver la ancestral vivienda. La experiencia por parte de la arquitecta de ver un Arish levantado por las manos de una mujer beduina, en estos tiempos, fue inolvidable y enriquecedora.

Arish 2

El fruto de la palma
El bagaje técnico-cultural de la arquitecta Sandra Piesik agregado a la vasta experiencia raizal –de primera mano– de la señora Fátima Khamis, dieron como resultado, a nivel local, un hermoso proyecto denominado: La casa de Palma de Liwa (desierto de Abu Dhabi), que se materializó en la construcción de un conjunto completo de casas de este tipo, localizado en Mougab.

Pero lo que nunca se imaginó Fátima fue que su Arish terminara exhibido en el Instituto Real de los arquitectos británicos en Londres, como una reconocida pieza de un magno proyecto arquitectónico a nivel mundial. En palabras de los distinguidos miembros del instituto, la significativa construcción:
demuestra conexión con un lugar, apropiado uso de materiales y tecnología, responsabilidad social y ambiental, y algún sentido de autenticidad arquitectónica (como una contrapropuesta a lo novedoso), lo que es cada vez más difícil de definir en tiempos del cortar y pegar”.

La exaltada obra fue escogida entre 300 proyectos similares de 48 países.  En la sala de exhibición de premios en Londres, a las fotos de la casa de palma árabe, la acompañan variadísimas muestras de construcción, como una cocina japonesa de lujo, un restaurante temporal en el este de Londres, un colegio chino, y una piscina pública en Andalucía, España.

Mujer: fuerza edificadora
En tiempos pasados, eran la mujeres las grandes constructoras de las primeras casas de palma. Eran ellas quienes levantaban la estructura; remojaban la hojas de palma para ablandarlas, algunas veces cavando profundamente en las arenas del desierto –buscando humedad– para luego  enterrarlas.

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Además, prefabricaban secciones de las paredes, después de tejer las hojas para convertirlas en esteras, las que por su facilidad para enrollarse, facilitaban su movilidad y transporte.

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El proyecto en el desierto de Liwa, es el fruto viviente de las bondades de la palma, para recordar que en esta zona, alrededor de 5.000 pobladores vivieron en aproximadamente 800 casas de palma, al principio de los años ochenta.

Detrás del edificante deseo de las perseverantes Sandra y Fátima  está el propósito de inculcar en la gente del desierto emiratí, el beneficio y aporte de un primer techo, que resguardó a los pobladores de tormentas de arena y de extremas temperaturas, y que hizo posible la experiencia de vivir en sociedad.

Aún en nuestra era de tecnología y globalización, en pleno siglo XXI, los humanos podemos vivir entre palmas y arenas, disfrutando de las maravillas de la naturaleza.

Marcelino Torrecilla N 

Fuente y fotos : Periódico el Nacional de Abu Dhabi


domingo, 28 de agosto de 2016

Golpe de suerte en Dubái


A tres mil pies de altura, desde su asiento clase económica, Kamal miraba nerviosamente por la ventana a ver si podía visualizar el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo, y por el cual –entre muchas otras razones– había hecho el añorado viaje a Dubái, desde su natal India. Fue en ese momento de contemplación,  cuando irrumpió el inesperado y turbador anuncio del piloto:

“Señores pasajeros, en estos momentos experimentamos problemas con el tren de aterrizaje, y por lo tanto tendremos un descenso de emergencia; favor abrochar bien sus cinturones y seguir instrucciones”.

Era aproximadamente la 1:00 de la tarde de aquel 3 de Agosto, cuando el flamante Boeing 777, de la línea Emirates, donde viajaba  Kamal y 226 de sus paisanos –junto a pasajeros de otros países– aterrizaba con una estruendosa brusquedad que, minutos más tardes, provocó una conflagración que dejó  a la gigantesca aeronave casi destruida y en medio de un aterrador retrato de devastación.

Devastado

Para la gran fortuna de todos los viajeros y la tripulación, el incendio se había  iniciado solo unos pocos minutos después de que todos los ocupantes habían sido rápida y eficientemente evacuados. Ninguno de ellos se explica la razón por la cual hoy pueden contar esta historia.

Del infierno al cielo
Además de Kamal, había un pasajero en particular llamado Mohammed Basheer, para quien, la aparente y ominosa experiencia se convirtió en un verdadero golpe de suerte, ya que una semana después del siniestro, se ganó un millón de dólares americanos,  que le dio la lotería del aeropuerto de Dubái (la Duty Free Millennium Millionaire ticket) por haber comprado la boleta ganadora, para la celebración del Eid (fiesta religiosa) en julio de este año. Siempre la compraba y se le ganó en el intento número 17. Como quien dice: la suerte y la vida le volvieron a sonreír.

Mohamed
Mohammed Basheer: historia de vida y fortuna

Lo sucedido a Mohammed Basheer es tan inusual como el nombre del distrito, en la india, de donde proviene, llamado Thiruvananthapuram, en la costa oeste. Y es aquí, en Thiruvananthapuram, donde él piensa establecerse y disfrutar su fortuna después de haber trabajado en los Emiratos Árabes Unidos por 36 años, en un concesionario de carros, como administrador del taller de latonería y pintura.

Curiosamente, Mohammed Basheer pudo nunca haber tomado ese accidentado vuelo de la India a los Emiratos Árabes, ya que, con mucha anticipación, había decidido retirarse, pero sus jefes le pidieron que se quedara un año más: en el accidentado vuelo venía a cumplir su año 37 de trabajo. La pregunta es : ¿Era la terrible experiencia parte del tiquete ganador? ¿Se habría, de todos modos, ganado el millón de dólares si hubiese declinado la oferta de un año de trabajo y quedado en Thiruvananthapuram?


Es muy difícil dar una respuesta a esa pregunta. Lo que sí es seguro es que, indirectamente, los grandes beneficiados van a ser también los Thiruvananthapuramitas, ya que el señor Mohammed Basheer piensa gastar parte de su fortuna en ayudar a los más necesitados de esta  región. No cree mucho en hacer donaciones a obras de caridad, y prefiere  hacerlo por su propia cuenta, algo así como personalizar la ayuda.


Es su forma de devolver lo que su vida, rica en sacrificios y logros, le ha dado. Antes de su golpe de suerte, Mohammed Basheer tenía planes de comprarse una pequeña finca con lo que  le dieran de dinero en su liquidación laboral. Ahora, su plan es tener una mega finca que le de trabajo a un buen número de sus paisanos.

El señor Basheer se ganó 1 millón de dólares en su intento número 17, después de su accidente en el vuelo número 521, un 3 de Agosto a la 1 de la tarde.

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Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi agosto de 2016

viernes, 19 de agosto de 2016

Emiratos: imágenes y retratos (2)

El mejor amigo

Camell peanuts
Dejad que los camellos ...
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Los navegantes del desierto
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Beduino rezagado

Arando en el desierto
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Dátiles: palmera arriba
Verde no solo
El lado verde del desierto
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Si la montaña no viene a mí...

Arte y devoción 
Oración
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Mirando al cielo
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Mezquita: una entrada
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Inmensa alfombra hecha a mano
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Flor custodiada
arte religioso
Azul real
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Abuelo
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Casilleros: guardando la cultura
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Compro y aprendo: descuentos


59
¿79 o 59?
39
¿39 o 29?

Andando por la ciudad
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Punto de encuentro
Meditador
Pensador en el parque
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Andén con entramados de Mashrabiya 
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Buenos amigos: escena común en el mundo árabe
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Oro para llevar
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A 40 grados centígrados: espray para refrescarse
Espana arabe
La España árabe

Replicas de antaño 

Anta
  Escena apacible de los primeros asentamientos
T dhow
Dhow: el bote del pasado
antano
Acampando en el desierto


Marcelino Torrecilla (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi julio de 2016