lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuando el café llama


Nadie en el remoto pueblo de Alshuwahad, en el desierto emiratí, ponía en tela de juicio que Musabbah Rashed Al Harb era el beduino que, en toda la región y sus alrededores, contaba con el mejor hawon o mortero para machacar café.


A decir verdad, el de Musabbah era el hawon más celebrado de la comarca. Y tenía que ser así, ya que, durante los 354* días del año y con estricta puntualidad, el ilustre hawon de bronce y de hechura única, despertaba plácidamente a todo el pueblo con su agradable tañido y con el envolvente aroma que su café emanaba, que se hacía presente en todos los rincones de la gran aldea.

El hawon: tañido con aroma de café

Desde bien temprano, cuando el reloj marcaba las 5 de la mañana, la puerta de la humilde casa del viejo Musabbah  estaba ya abierta para todo aquel que quisiera tomar una taza de su delicioso café. Era el único momento y el único lugar en el cual se podía ver juntos a gente de todos los estratos y condiciones: pobres, ricos, locales y extranjeros, todos tenían cabida a la espontánea y amable convocatoria.

Un despertar distinto

La madrugada de aquel 15 de octubre fue diferente para todos los que vivían en el pueblo de Alshuwahad, ya que eran las cinco y quince de la mañana  y el tañido del mortero de Musabbah Rashed no se dejaba oír, y el delicioso y puntual aroma a café permanecía extrañamente ausente en el ambiente.

Dieron las cinco y treinta y el llamado aún no se oía. Algo grave le debió haber pasado a Musabbah,  pensaron todos al unísono y casi que en desbandada, un buen número de lugareños corrieron a la casa del artesano a averiguar que ocurría.


A Musabbah lo encontraron en el patio de su casa sentado en un taburete cabizbajo y meditabundo.
-Las deudas me acosaban y me tocó vender mi hawon -exclamaba apenado-, y lo reemplacé por este pequeño pilón -señalando a un rincón-, que ni suena ni da aroma. -Perdóneme por favor, concluyó su lamento a manera de suplica.


Musabbah había vendido el hawon a un comerciante libanés llamado Amal Besharra  a quien todos conocían como el mercader errante del Medio Oriente y cuyo almacén principal se encontraba en Beirut, en la antigua calle Saida, a donde llegó una pequeña comitiva del pueblo de Alshuwahad, con la única misión de recuperar el atesorado hawon de bronce de Musabbah Rashed, el artesano del café.
Después de algunos preámbulos, la conversación entre la comitiva y el comerciante llegaba a un punto álgido de la negociación.


Tienen suerte caballeros– agregaba el libanés con voz esperanzadora, -no se ha vendido aún el hawon, que para serles franco, no ha sido un buen negocio para mi, porque la gente ya no los usa para hacer café y ahora los han reemplazado por máquinas, ustedes saben, cosas de la modernidad. El hawon lo estoy ahora promocionando en otra de mis tiendas como florero, a ver qué pasa, y según me cuentan ha llamado mucho la atención y  mas de uno ya le ha echado el ojo.


Había que ver las caras de disgusto de los alshuwahadenses ante semejante desfachatez y descarrilamiento cultural, pero aún así todos mantenían su compostura, ya que recuperar el hawon era lo único que importaba.


Al día siguiente la comitiva recibió la mala noticia de que el hawon  había sido vendido (muy seguramente mientras hablaban con Amal Besharra) a una joven estudiante de arte de la universidad de Beirut a quien el hawon-florero le había parecido  una pieza extrañísima y exótica, que serviría como insumo valioso para su tesis de grado que investigaba una nueva tendencia artística, que la excéntrica joven había bautizado como Artish y que sólo ella y sus colegas entendían, y la definía como arte en transición o arte que aspiraba- nunca se supo a qué ? o qué?


En lo que había terminado el malhadado hawon del viejo Musabbah: vestido de margaritas y escudriñado por una romería de greñudos estudiantes de arte, en la bulliciosa Beirut.

Hawon-florero: desfachatez cultural

A la casa de la joven estudiante, en las afueras de la capital libanesa, fue a dar la imbatible e incansable comitiva del pueblo de Alshuwahad a hacerle una jugosa oferta por el hawon, a la artista en transición, quien, acosada por deudas universitarias, no tuvo mas remedio que aceptar el atractivo ofrecimiento. El hawon entonces, después de tantas vicisitudes, regresaría a su lugar de origen.


El retorno del hawon fue celebrado en el pueblo de Alshuwahad con el esperado alborozo y la valiosa pieza culinaria fue declarada como un patrimonio cultural común, sin valor comercial y con el estatus de invendible e intransferible.


Después de casi un mes de ausencia, como era de costumbre, el delicioso aroma a café anunciado por el tañido del hawon de Musabbah Rashed, llamaba de nuevo a los lugareños  de Alshuwahad, a pobres, ricos, locales y extranjeros, a todos por igual, a tomar un humeante café. El reloj marcaba las cinco de la madrugada de un nuevo día.


Todos admitieron que luego de esta inolvidable aventura de rescate, el café había adquirido un inocultable aroma de felicidad.


Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi (EAU) septiembre, 201ñ
* Un año tiene 354 días en el calendario islámico.

viernes, 11 de septiembre de 2015

¿Cómo es la vida a 50 grados centígrados?

Entre los meses de junio y agosto en el Medio Oriente se experimentan temperaturas promedio entre 45 y 50 grados centígrados, lo que obliga a cambios y ajustes en el diario vivir de millones de personas que viven en esta parte del mundo.

La ley del calor

La llamada ley del calor es una novedad, en particular, que favorece enormemente a aquellos trabajadores que les toca laborar al aire libre en inhumanas temperaturas. La ordenanza por parte del ministerio de trabajo en los Emiratos Árabes Unidos obliga a empleadores a darle a sus trabajadores un descanso entre las doce del medio día y tres de la tarde. De hecho, el gobierno emiratí ejerce permanente control para hacer que esta ley se cumpla con visitas como las hechas recientemente donde se encontró que de 10.000 verificaciones realizadas, 9.662 compañías estaban cumpliendo con la norma.

 Por la vecindad

Por linderos cercanos, tan alta era la temperatura que el gobierno de Irak, en una ocasión, ordenó un obligado periodo de cese de toda actividad por cuatro días.

La superpoblación y la falta de aires acondicionados empeoraban aún más la ya agobiante atmósfera. Se hablaba que la gente temía hacer el más mínimo movimiento muscular  y se les veía bajo la sombra de los árboles como estatuas que se movían sólo para tomar agua o espantar a algún impertinente insecto.

 Mall para todo el mundo


Para esta época –a causa del infernal calor- la actividad en los centros comerciales se reactiva en forma considerable y da la oportunidad a visitantes de acceder a servicios inusuales como una pista de nieve de 22.512 metros cuadrados de extensión ( 3 canchas de fútbol ) localizada en el Mall de los Emiratos en Dubái, capital comercial de los Emirates Árabes Unidos.

El visitante pasa entonces con una gran facilidad de las desabrochadas chancletas al los rígidos esquís, de un clima de desierto de  50 grados centígrados  a uno alpino con temperaturas de menos 3 grados. (Ver video aquí)


Existe también un pasaje peatonal – con una extensión de 820 metros de largo- techado y debidamente climatizado, que conecta a la estación Burj Khalifa del metro con el Dubái Mall, lo que constituye, prácticamente, una  “calle elevada” con aire acondicionado. En las calles, también tienen climatizados a un buen número de paraderos de buses para atender a  la población que  se moviliza entre las ciudades y sus periferias.
Paradero
Paradero de buses en Dubái

Beduinos benditos


Pero son los beduinos, los habitantes errantes del desierto, quienes podrían hablar con propiedad de lo que es un calor extremo, ya que lo han experimentado en carne propia por miles de años.

En semejantes temperaturas, y a diferencia de cualquier otro ser humano, son los beduinos los únicos que podrían sobrevivir sin tomar agua por 48 horas, ya que pueden ajustar sus cuerpos al calor infernal a través de su sudor. Una persona común y corriente escasamente resistiría la mitad de ese tiempo.

El boli: negocio con futuro
El popular boli: jugo de fruta congelado

En las ardientes temperaturas del Medio Oriente el boli colombiano como negocio tendría un futuro casi  que asegurado, por lo exótico y por lo exquisito, y creo que el de corozo y el de coco serían los de mayor acogida.

La singular delicia culinaria  se popularizaría en forma inmediata y los emiratíes muy seguramente crearían el boli de dátil, hecho con la fruta de la palmera del desierto. Los colombianos que por acá vivimos veríamos con añoranza -en español y árabe- el aviso: Hay boli  en los frentes de alguna de las casas, lo que daría lugar también a una innovación  lingüístico-gastronómica.

casa

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Historias con calor humano
Al Muñecón: muerte por causa natural

Al Muñecón: años mozos
La historia urbana de Al Muñecón la cuenta un ciudadano colombo-árabe apellidado Manzur, cuyos abuelos entraron a Colombia por la costa caribe. Relata el señor Manzur que Al Muñecón era un maniquí de hule que hacía las veces de saco de arena y pertenecía  a un  boxeador kuwaití  de peso mediano, llamado Ahmad Fahed Bamabadh, el único  ciudadano de la región que se le dio por practicar este exótico deporte, por lo cual lo veían como el excéntrico de la comarca.


Su afición por el boxeo nació de la admiración que profesaba hacia el gran peleador norteamericano Mohamed Ali, mucho más cuando este se convirtió al islam; Ali era su ídolo por quien estaba dispuesto a dar todas las peleas.


Cuenta la leyenda que el peleador kuwaití  se preparaba para una crucial  disputa en el cuerno de África por un título internacional y que dicho evento deportivo se realizaría al aire libre a altas temperaturas, razón por la cual el entusiasta deportista se entrenaba en el patio de su casa en Kuwait, levantando a trompadas a Al Muñecón a temperaturas de 50 grados centígrados, en jornadas de tres a cinco horas.

En una ocasión, cuenta el “turco” Manzur, en un medio día de un mes de agosto, la temperatura en el Medio Oriente subió en forma inimaginable a un infernal registro  de  70 grados centígrados.

El inesperado evento climático tomó a todos por sorpresa incluyendo a Al Muñecón quien a la intemperie, en el improvisado gimnasio de patio,  quedó a la merced de la devastadora temperatura y se derritió en cuestión de segundos.

No hubo tiempo de salvar a la valiosa pieza de entrenamiento y se dice que el desafortunado imprevisto minó las fuerzas del disciplinado Ahmad.

Termina contando el “turco” Manzur que el joven boxeador perdió la pelea por decisión en una épica batalla que duró 12 asaltos y que, después del terrible revés,  Ahmad Kid Fahed desapareció del mapa boxeril de Kuwait y del resto del Golfo Arábigo. Fue para él un duro golpe y un triste final por partida doble.

El Migue árabe 

Otro relato urbano cuenta la historia de un abuelo beduino llamado Mifzal Saeed Humaid a quien, con la bonanza petrolera, sus familiares trasplantaron del desierto a una lujosa villa en la moderna ciudad.

Desde un comienzo el abuelo desaprobó dicho traslado y de todas las cosas nuevas que experimentaba, la que más detestaba era el aire acondicionado.

No cambiaba los 50  grados centígrados de su desierto, que era su ambiente natural.


El abuelo, que rara veces se enfermaba, comenzó en algún momento a sufrir de sus bronquios y la fastidiosa condición se manifestaba con una tos pertinaz que lo desvelaba y acentuaba su sufrimiento. Un día –cuenta la historia- el viejo Mifzal no lo soportó mas y caminó raudo hacia la puerta de la lujosa mansión. Lo último que se oyó de él fue un fuerte portazo con un sonoro vainazo:

–“Al carajo todos ustedes  con sus aires acondicionados”

Nunca lo volvieron a ver por la fastuosa villa y el viejo beduino regresó a su añorado desierto, de donde nunca lo debieron haber sacado.
El viejo Mifzal se parece al ermitaño colombiano Miguel Canales, el de la canción de Rafael Escalona quien pregunta con insistencia:

“¿qué le estará pasando al pobre Migue que tiene mucho tiempo que no sale? ”.


Mifzal en el desierto acariciando sus pies con las suaves arenas del desierto  y  Migue en la montaña respirando la tibia brisa que anuncia la inminente lluvia. Ambos realizando sus sueños de eternos ermitaños.


En el Medio Oriente la vida a 50 grados centígrados  transcurre con mucha efervescencia y da para todo, desde la exótica realidad de una estación de nieve en medio del desierto emiratí, hasta los golpes que la vida da a boxeadores y ermitaños, en algún otro rincón del extenso Golfo Arábigo.




Marcelino Torrecilla N (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi (EAU) septiembre de 2015


Fotos
www.behance.net (casa en Colombia)
www.foodspotting.com (bolis)
Puerta de entrada  árabe (personal)
Paradero de buses (personal)