lunes, 13 de julio de 2015

Lo que el viento regresó

Muy pocos envidian a los escobitas del Medio Oriente, especialmente después que cae una interminable y pesada tormenta de arena. Los escobitas, aquellos trabajadores que limpian las calles de las ciudades, existen en todos los rincones del planeta.


La tarea de barrer  polvo del desierto es tan ardua como titánica, ya que les toca a estos incansables servidores deshacerse de toneladas y toneladas de arena que se resisten a desaparecer, en un marco de ligeros, pero rebeldes, vientos que hacen la labor doblemente indeseada.


Por otro lado, dentro de la naturaleza y dureza de su trabajo, los escobitas en esta esquina del mundo han sido también silenciosos protagonistas de inusuales acontecimientos que han marcado el diario vivir del impredecible y mágico Golfo Arábigo. Más de uno de ellos tiene una buena fábula por relatar.
Escobitas del desierto: También recolectores de fábulas
Escobitas del desierto: también recolectores de fábulas


Objetos con contenido

Muchas historias urbanas se han tejido acerca de los curiosos objetos que los escobitas han encontrado en su rutinaria tarea de limpieza, después que el rigor de los vientos ha amainado su intensidad.


Se cuenta que muchos de los objetos que la fuerza de las tormentas ha arrancado y restituido de las entrañas del desierto,  han ayudado a descifrar innumerable acertijos históricos de la cotidianidad árabe-beduina. Los objetos representan  verdaderos eslabones perdidos, que la naturaleza ha devuelto en forma repentina y espontánea.


Perdidos y encontrados


Acerca de las variadas piezas y artículos regresados, entre cachivaches y pequeños tesoros, se afirma de la aparición de un daguerrotipo,  de una antigua reina jordana, de quien no se tenía un claro registro gráfico, que ayudó a precisar su último paradero y la posible causa de su muerte.


Coloridos frascos de exóticos perfumes permitieron recuperar complejas fórmulas de fragancias y esencias persas, que se habían dado por perdidas un buen tiempo atrás.


La extraviada daga de Abdulrahman, con la cual se aseguraba habían asesinado -en el siglo 19- al jefe de una delegación portuguesa en Bahréin, esclareció definitivamente un crimen por años irresuelto.


Una tiznada cafetera de plata, de la cual se aseveraba había sido usada en la tregua de la batalla de Dibah, contribuyó a determinar las preferencias de bebidas de los bandos en contienda; y, finalmente, un objeto mas reciente fue una diminuta lámpara de Aladino, de la cual se dice terminó colgando como pieza decorativa del espejo de un taxista en el Cairo. Todos los anteriores, entre muchos otros artículos.

El de más valor


Con toda certeza, de todos los objetos restituidos por el desierto, el que más se recuerda por su valor sentimental e histórico es un antiguo estuche que contenía  una carta de amor escrita por un joven llamado Ahmed Abdullah, dirigida a su novia de nombre Fátima Ali.
Sobre el idilio, cuenta  una leyenda que los jóvenes sostenían una muy difícil relación, ya que pertenecían a tribus rivales: Ahmed a los Bani Qitab  y Fátima a los Bani  Ka’ab. El amor de la pareja era tan intenso y sincero que ya todos estaban enterados del mismo y comenzaba a influenciar inclusive a los grandes jeques de ambos clanes.

Tiempo después, el romance se convertiría en una excusa y en una oportunidad de oro para que ambas tribus depusieran milenarios odios y rencores; sin embargo, posteriores acontecimientos decidirían  algo diferente.


Entrega trágica

Siguiendo un exigente y riguroso protocolo beduino, era de trascendental importancia que los jeques de la tribu Bani Ka’ab -a la cual pertenecía Fátima-  recibieran una carta del pretendiente reafirmando su amor por la bella y mimada joven, para así dar inicio a la formalización de la espinosa relación.


Tristemente, la carta nunca llegó a su destino. Sigue contando la leyenda que tanto el cartero -llamado Khalil Sallam- como el camello que llevaban el trascendental documento fueron literalmente devorados por lo que se consideró como la peor y más devastadora tormenta de arena de todos los tiempos, en esa remota región del Golfo Arábigo.
La madre de todas las tormentas
La madre de todas las tormentas


Del noble animal y del  servidor postal nunca se supo nada más. Simplemente desaparecieron sin dejar rastro físico alguno, según consta en registros históricos que hablan de una intensa y extensa búsqueda del cartero Khalil y su fiel camello.
Khalil Sallam: el cartero del desierto
Khalil Sallam: el cartero que el desierto nunca devolvió


La no llegada de la carta a los bastiones de los Bani  Ka’ab fue tomada por estos  como una afrenta que atizó aún más su animadversión hacia los Bani Qitab.


En realidad, en la tribu de los Bani Ka’ab nunca se enteraron de la tormenta, ni del percance sufrido por el malhadado cartero beduino, ya que el siniestro sucedió a miles de kilómetros de distancia, en lo que era todavía territorio de los Bani Qitab.


La acrecentada condición de nómadas de ambas tribus los alejaba geográfica  y socialmente, circunstancia que disminuía la posibilidad de un esclarecimiento y una posible reconciliación.


La historia termina relatando que tanto Ahmed como Fátima terminaron casándose con miembros de sus respectivas tribus y que muy a pesar de todas la vicisitudes y reveses, ambos fueron felices.


Mucho tiempo después…..


El relato finaliza diciendo que, cien años después, al terminarse una intensa tormenta de arena, el antiguo estuche con la carta de amor vino a parar en una bolsa de recolección de un escobita paquistaní, al lado de una congestionada autopista  en las goteras de Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, en la época en que  el joven país emergía económicamente por la llegada de la bonanza petrolera.
new Carta
La carta que nunca llegó
Apartes de la carta de amor
Apartes

El estuche con la carta se convirtió en una invaluable pieza de recuerdo que los dos clanes comparten  en un bello recinto llamado la Casa de la Herencia Bani, en una remota y arenosa población en la frontera entre Omán y los Emiratos Árabes Unidos.


La historia de amor de Ahmed y Fátima,  acaecida en algún punto del Macondo árabe, hace ahora parte de la memoria colectiva de los descendientes de las tribus enemistadas siglos atrás, que hoy disfrutan de paz y armonía absolutas.


Sólo lamentan que sus antepasados hayan perdido cien años de felicidad, y que la tormenta haya cubierto para siempre un sincero amor tan inmenso como las doradas arenas del gran desierto arábigo.





FIN

¿Cómo, creen los amables lectores, han cambiado las cartas de amor a través de los años?

Marcelino Torrecilla N. (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi (EAU), julio de 2015


Fotos
www.pegasusbooks.net (Tormenta)
www.realadventures (Cartero)