Muy
pocos envidian a los escobitas del Medio Oriente, especialmente después
que cae una interminable y pesada tormenta de arena. Los escobitas,
aquellos trabajadores que limpian las calles de las ciudades, existen en
todos los rincones del planeta.
La
tarea de barrer polvo del desierto es tan ardua como titánica, ya que
les toca a estos incansables servidores deshacerse de toneladas y
toneladas de arena que se resisten a desaparecer, en un marco de
ligeros, pero rebeldes, vientos que hacen la labor doblemente indeseada.
Por
otro lado, dentro de la naturaleza y dureza de su trabajo, los
escobitas en esta esquina del mundo han sido también silenciosos
protagonistas de inusuales acontecimientos que han marcado el diario
vivir del impredecible y mágico Golfo Arábigo. Más de uno de ellos tiene una buena fábula por relatar.
Objetos con contenido
Muchas
historias urbanas se han tejido acerca de los curiosos objetos que los
escobitas han encontrado en su rutinaria tarea de limpieza, después que
el rigor de los vientos ha amainado su intensidad.
Se
cuenta que muchos de los objetos que la fuerza de las tormentas ha
arrancado y restituido de las entrañas del desierto, han ayudado a
descifrar innumerable acertijos históricos de la cotidianidad
árabe-beduina. Los objetos representan verdaderos eslabones perdidos, que la naturaleza ha devuelto en forma repentina y espontánea.
Perdidos y encontrados
Acerca
de las variadas piezas y artículos regresados, entre cachivaches y
pequeños tesoros, se afirma de la aparición de un daguerrotipo, de una
antigua reina jordana, de quien no se tenía un claro registro gráfico,
que ayudó a precisar su último paradero y la posible causa de su muerte.
Coloridos
frascos de exóticos perfumes permitieron recuperar complejas fórmulas
de fragancias y esencias persas, que se habían dado por perdidas un buen
tiempo atrás.
La extraviada daga de Abdulrahman,
con la cual se aseguraba habían asesinado -en el siglo 19- al jefe de
una delegación portuguesa en Bahréin, esclareció definitivamente un
crimen por años irresuelto.
Una tiznada cafetera de plata, de la cual se aseveraba había sido usada en la tregua de la batalla de Dibah,
contribuyó a determinar las preferencias de bebidas de los bandos en
contienda; y, finalmente, un objeto mas reciente fue una diminuta
lámpara de Aladino, de la cual se dice terminó colgando como
pieza decorativa del espejo de un taxista en el Cairo. Todos los
anteriores, entre muchos otros artículos.
El de más valor
Con
toda certeza, de todos los objetos restituidos por el desierto, el que
más se recuerda por su valor sentimental e histórico es un antiguo
estuche que contenía una carta de amor escrita por un joven llamado Ahmed Abdullah, dirigida a su novia de nombre Fátima Ali.
Sobre el idilio, cuenta una leyenda que los jóvenes sostenían una muy difícil relación, ya que pertenecían a tribus rivales: Ahmed a los Bani Qitab y Fátima a los Bani Ka’ab.
El amor de la pareja era tan intenso y sincero que ya todos estaban
enterados del mismo y comenzaba a influenciar inclusive a los grandes
jeques de ambos clanes.
Tiempo
después, el romance se convertiría en una excusa y en una oportunidad
de oro para que ambas tribus depusieran milenarios odios y rencores; sin
embargo, posteriores acontecimientos decidirían algo diferente.
Entrega trágica
Siguiendo un exigente y riguroso protocolo beduino, era de trascendental importancia que los jeques de la tribu Bani Ka’ab -a la cual pertenecía Fátima-
recibieran una carta del pretendiente reafirmando su amor por la bella y
mimada joven, para así dar inicio a la formalización de la espinosa
relación.
Tristemente, la carta nunca llegó a su destino. Sigue contando la leyenda que tanto el cartero -llamado Khalil Sallam-
como el camello que llevaban el trascendental documento fueron
literalmente devorados por lo que se consideró como la peor y más
devastadora tormenta de arena de todos los tiempos, en esa remota región
del Golfo Arábigo.
Del
noble animal y del servidor postal nunca se supo nada más. Simplemente
desaparecieron sin dejar rastro físico alguno, según consta en
registros históricos que hablan de “una intensa y extensa búsqueda del cartero Khalil y su fiel camello”.
La no llegada de la carta a los bastiones de los Bani Ka’ab fue tomada por estos como una afrenta que atizó aún más su animadversión hacia los Bani Qitab.
En realidad, en la tribu de los Bani Ka’ab nunca
se enteraron de la tormenta, ni del percance sufrido por el malhadado
cartero beduino, ya que el siniestro sucedió a miles de kilómetros de
distancia, en lo que era todavía territorio de los Bani Qitab.
La
acrecentada condición de nómadas de ambas tribus los alejaba
geográfica y socialmente, circunstancia que disminuía la posibilidad de
un esclarecimiento y una posible reconciliación.
La historia termina relatando que tanto Ahmed como Fátima
terminaron casándose con miembros de sus respectivas tribus y que muy a
pesar de todas la vicisitudes y reveses, ambos fueron felices.
Mucho tiempo después…..
El relato finaliza diciendo que, cien
años después, al terminarse una intensa tormenta de arena, el antiguo
estuche con la carta de amor vino a parar en una bolsa de recolección de
un escobita paquistaní, al lado de una congestionada
autopista en las goteras de Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, en la
época en que el joven país emergía económicamente por la llegada de la
bonanza petrolera.
El
estuche con la carta se convirtió en una invaluable pieza de recuerdo
que los dos clanes comparten en un bello recinto llamado la Casa de la Herencia Bani, en una remota y arenosa población en la frontera entre Omán y los Emiratos Árabes Unidos.
La historia de amor de Ahmed y Fátima,
acaecida en algún punto del Macondo árabe, hace ahora parte de la
memoria colectiva de los descendientes de las tribus enemistadas siglos
atrás, que hoy disfrutan de paz y armonía absolutas.
Sólo
lamentan que sus antepasados hayan perdido cien años de felicidad, y
que la tormenta haya cubierto para siempre un sincero amor tan inmenso
como las doradas arenas del gran desierto arábigo.
FIN
¿Cómo, creen los amables lectores, han cambiado las cartas de amor a través de los años?
Marcelino Torrecilla N. (matorrecc@gmail.com)
Abu Dhabi (EAU), julio de 2015
Fotos
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